martes, 31 de julio de 2012

“No se deja de desear porque se esté enamorado”




Lo confirma Gabriel Rolón en su último libro. Y va más allá: “El deseo no se detiene jamás”, asegura el famoso psicoanalista. De la fantasía a la acción, una mirada experta sobre el engaño. 


La pareja es una elección. Pero, ¿decir que es una elección quiere decir que es una decisión voluntaria? ¿Es posible elegir amar para toda la vida a una misma persona? Y si fuera así, ¿qué pasa entonces con lo que llamamos la metonimia del deseo?
Para decirlo de un modo simple, hablar de la metonimia del deseo es una manera de decir que el deseo se desplaza siempre de un objeto a otro, que no se detiene nunca y que no hay manera de satisfacerlo de una vez y para siempre. Por más que estemos muy bien en una situación, el deseo siempre se desplazará hacia otra cosa, porque todo deseo es, básicamente, un deseo insatisfecho.
Sé que esta formulación no es agradable, que suena fea, que cuando alguien se enamora quiere que su pareja no desee a nadie más que a ella. De hecho, una de las fantasías que genera el amor es ésa, la de interrumpir la metonimia del deseo.
Para quien se enamora, la fantasía es que el otro no va a desear a nadie más. Pero si ese alguien es sincero y se conoce, se va a dar cuenta de que esto no es posible; que no se deja de desear porque se esté enamorado.
Esta constatación de que el deseo de su pareja sigue circulando pone muy nerviosas a las personas inseguras, los desespera. Pero no hay nada que puedan hacer, ya que el deseo va a seguir su derrotero les guste o no.
Un paciente me dijo que ésa era una excelente excusa para darle a su mujer si lo encontraba con otra: “Mi amor, no es mi culpa, es la metonimia del deseo”. Pero más allá de que el comentario tiene su gracia, no quisiera que mis palabras se entendieran mal. No estoy diciendo que es imposible ser fiel. Porque, dentro de la capacidad de elección que tiene el ser humano, cada quien tendrá que hacerse cargo de lo que hace con su deseo.
Y ésa es una ventaja de nuestra especie; porque en tanto que el perro no se cuestiona qué hacer ante la presencia de una perra en celo, un hombre en cambio puede decir: “qué hermosa es esta mujer, pero prefiero ir a mi casa con mi familia”. Y esto es sólo un ejemplo, no es un consejo de cómo comportarse. No me corresponde ocupar ese lugar y cada quien tomará sus propias decisiones.
Con esto, apenas si quiero decir que el hecho de que el deseo sea algo imposible de inmovilizar, no nos quita la responsabilidad sobre nuestros actos.

Extractos de “Encuentros. El lado B del amor” (editorial Planeta), el último libro de Gabriel Rolón, licenciado en psicología y autor de best sellers.

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